1948

Yoram Kaniuk,

1949,

ISBN 978-8415-625087

A los 80 años de edad, Yoram Kaniuk escribe lo que recuerda sobre su participación en la guerra de Independencia israelí en 1948.  Él toma retazos de historias y las pega en un relato honesto de un hombre que ha vivido una experiencia que no ha logrado entender, a pesar de los años y del volver vez tras vez a esos retazos que siguen en su memoria.

En 1948 Yoram es un muchacho de 18 años que vive y estudia en Jerusalén, es presa de los nacionalismos que convencen a los jóvenes a integrarse a la lucha.  Esta guerra no es la excepción a las demás guerras donde no existe la razón, donde la brutalidad queda impune, y donde los soldados pelean por cuestiones que no entienden o donde al final se dan cuenta que no se logró nada o casi nada con tanta sangre derramada.

Los fanáticos toman las decisiones, los menos aptos deciden sobre las vidas de los más aptos, y dentro de todas estas decisiones lo único que queda claro es la total falta de respeto por la vida.

Al final aparecen los oportunistas, que dentro del desorden natural por un conflicto, escalan a las mismas posiciones que tenían antes del conflicto mientras que los padres lloran a sus hijos, los huérfanos tratan de encontrar algo para saciar momentáneamente su hambre, y los sobrevivientes se pasman mientras tratan de comprender la sinrazón del tren de la guerra que los acaba de arrollar.

El libro es muy recomendable porque aporta un poco a comprender la complejidad del conflicto árabe-israelí de nuestros días, y sobre todo porque contiene la petición de ayuda de un hombre que no puede conciliar con los crímenes que cometió y que vivió, pero que siendo socialmente aceptables hacen un torbellino de emociones y sinrazón en su propio ser.

Por lo anterior estamos frente a un libro que en mi opinión es la viva expresión del arte, al expresar al ser humano como es, con sus contrastes, con sus luchas, con sus crímenes y también con sus virtudes.